domingo, 4 de febrero de 2018

Cúpulas

La nueva sede de Amazon en Seattle

El Museo Sir John Soane, dedicado al insigne arquitecto británico, ha creado un nuevo premio de arquitectura (la Medalla Soane) y se lo ha otorgado en su primera edición a Rafael Moneo, lo que nos ha permitido a nosotros recibir de paso otro preciado premio: un discurso del Pritzker que, como siempre, no tiene desperdicio. Con una sintaxis nítida y exacta, trasunto de su propia arquitectura, el navarro empieza comentando sus conexiones con el arquitecto del Banco de Inglaterra (acabado en 1808, aunque su obra quedó casi completamente destruida tras una renovación realizada en los años 20), por ejemplo en sus cúpulas del aparcamiento de la estación de Atocha, homenaje a las típicas de Soane, abiertas a la luz con un óculo en su centro (imitando a su vez probablemente al Panteón romano). Soane por cierto también influyó en otro Navarro, pero este solo de apellido (Navarro-Baldeweg), tanto en Murcia como en Salamanca.

Continúa Moneo su discurso enfatizando el cambio que supuso en el paradigma de la teoría arquitectónica el paso del siglo XVIII al XIX, del que Soane es señero ejemplo. Si antes esta se basaba en tratados, ahora se explicará en historias de la disciplina. Lo mismo que Napoleón demostró "que era posible inscribirse en el destino de las naciones", el arquitecto deviene consciente de la historia y a ella se entrega, investigándola con esmero y recurriendo a ella para sus obras (muestra de ellos son los sucesivos revivals de estilos anteriores que se dan en este siglo), siendo quizá uno de los  ejemplos más curiosos la influencia de la catedral de Zamora en la Trinity Church de Henry H. Richardson en Boston (tras un viaje a España del arquitecto americano). La arquitectura se hace portaestandarte de la historia y quiere ser reflejo del Zeitgeist. Ya en el siglo XX no le queda más remedio que evidenciar los increíbles cambios tecnológicos y sociales, y aquí entra en escena el Movimiento Moderno, reproduciendo en sus formas arquitectónicas aviones, coches y paquebotes, e introduciendo nuevas organizaciones en las viviendas. Sin restarle importancia Moneo recuerda, al hilo de una cita de Colquhoun, que tal movimiento acabó deviniendo en mito, y hoy ya pocos creen que el arquitecto sea capaz de reflejar el espíritu de nuestra época, como Le Corbusier o Van der Rohe hicieron (o creyeron hacer) con la suya. Frente al intento de los modernos de crear unas bases comunes, formales e ideológicas, que buscaron la utopía de la vivienda y la ciudad ideales, Moneo señala que la arquitectura hoy es, si lo he entendido bien, una especie de sálvese quien pueda en el que el arquitecto sólo buscaría crear su firma personal que le distinguiera de los demás y punto. Los principios modernos (salvo el interés por las nuevas tecnologías que vemos en Foster o Rogers) ya son cosa del pasado: la flexibilidad ha sustituido a la dictadura de la función, la diversidad de referentes estéticos al menos es más y el gasto desmedido si así lo exige la forma diseñada a la contención y la mesura en los presupuestos. Moneo no ve un paradigma aplicable a la arquitectura actual, quizá la Bigness de Koolhaas, al que cita porque sus teorías dicen tenerle "cautivado" (los extremos se atraen), pero para pronto darle el palo que el holandés suele merecer: "el fantasma de la arbitrariedad aparece una vez que el valor icónico anula todos los demás aspectos del carácter de un edificio". Nuestro Pritzker despide su discurso emplazando a estudiosos y expertos a tratar de entrever de qué va (y adónde) la arquitectura actual. Bien habría podido proponer el suyo como paradigma a seguir: contención moderna con alma histórica.

Hoy, por aquello de que somos últimos, he traído como foto para la entrada una reciente cúpula (tres de hecho, unidas en pública cópula) que me ha llamado la atención, ya ves, porque me recuerda a aquella peli de ciencia ficción de los 70, La Fuga de Loganen la que una comunidad enclaustrada en una ciudad protegida por cúpulas llevaba una vida aparentemente normal y regalada hasta que a los 30 años los ciudadanos debían inmolarse ya que la futurista urbe solo podía sostener una población limitada. Las cúpulas de la foto pertenecen a la recién inaugurada sede de Amazon en Seattle. Bueno, no son cúpulas, sino esferas, según dicen sus creadores, el estudio NBBJ. En todo caso buscan, como las de Soane, conectar el edificio con el exterior e inundarlo de luz, aunque, como las de Logan, su conexión con el entorno sea puro cuento, que aquí sólo se entra por invitación. Recuerdan en la malla reticular que las soporta a Fuller y Foster, pero sus autores señalan que sus patrones pentagonales, que denominan Catalans, se deben a un matemático belga de nombre Eugène Charles Catalan.

Cada vez me salen las entradas más dispersas, de verdad, así es que no podemos seguir. Napoleones de pacotilla "deseando inscribirse en el destino de las naciones" por aquí, cúpulas desnortadas en fuga a ninguna parte por allá, iconos devastadores que nos hacen perder el sentido de la realidad por acullá, comunidades que prefieren autoinmolarse antes que abrirse al exterior... Esto es un sindiós. Soane presentó en 1830 una exposición para la que encargó a su dibujante favorito (Michael Gandy) cuadros en los que su Banco de Inglaterra aparecía como una ruina, quizá por equiparar su obra a las ruinas clásicas de Grecia y Roma, o quién sabe, como alegato contra la soberbia del arquitecto.Toda una lección para tanto iluminado. Buena semana.

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