domingo, 1 de octubre de 2017

La eternidad del presente



"Sumirse contemplativamente en lo bello, cuando el querer se retira y el sí mismo se retrae, engendra un estado en el que, por así decirlo, el tiempo se queda quieto. La ausencia de querer y de interés detiene el tiempo, incluso lo aplaca. Esta quietud es lo que distingue a la visión estética de la percepción meramente sensible. En presencia de lo bello, el ver ha llegado a su destino. Ya no es empujado ni arrastrado hacia adelante. Esta llegada es esencial para lo bello. La "eternidad del presente" que se alcanza en un demorarse en el que el transcurso temporal queda superado, se refiere a lo distinto: la "eternidad del presente" es la presencia de lo otro (...). Siendo lo enteramente distinto, lo bello cancela el poder del tiempo.  (...)

Lo bello no es un brillo momentáneo, sino seguir alumbrando en silencio. Su preferencia consiste en ese reservarse. Los estímulos y los logros inmediatos obturan el acceso a lo bello. (...) Largo y despacioso es el paso de lo bello. A la belleza no se la encuentra en un contacto inmediato. Más bien acontece como reencuentro y reconocimiento" (Byung Chul-Han, La salvación de lo bello).

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