domingo, 18 de diciembre de 2016

La perfección de la esfera

El pabellón resucitado de Mies
"Cuando escribo o rehago una historia me preocupa mucho la estructura, qué sobra, qué falta, cómo de pronto una palabra puede destruir toda la magia de una situación. Además, hay un conocimiento al servicio de lo narrado, pero jamás una racionalidad pura; siempre hay esa especie de intuición que va guiándote a la hora de corregir. En una novela, como en un edificio, nada debería sobrar y nada debería faltar: eso da la idea de la perfección que tiene la obra de arte lograda, sea novela, sea un poema, sea un cuadro, sea una casa. (...) 



Ya sea una novela o una pintura, lo fundamental para una obra creativa es cumplir aquello que promete. Si una novela propone contar una historia, lo fundamental es contribuir a esto de la manera más vívida, persuasiva y bella posible. (...) La arquitectura tiene un rol, un edificio posee una función concreta que cumplir. Si además produce una sensación estética, es aún mejor. Eso ocurre en una novela, puede contar una historia de una manera maravillosamente persuasiva y, simultáneamente, ser un objeto que en sí mismo genera una sensación de placer por su coherencia, por su perfección, por la belleza de su lenguaje. 


Cuando lo prometido se convierte en un mero pretexto para la exhibición formal, esa obra fracasa, por más espectacular y llamativa que sea y nos deslumbre. Un ejemplo literario explícito al respecto es la obra más ambiciosa de la literatura moderna: Ulises. Allí Joyce consigue contar una historia de manera absolutamente novedosa, integra tantos niveles de realidad que como ninguna novela antes lo había conseguido. Al mismo tiempo, muestra una nueva utilería inventada por él para narrar una de esa manera tan integral, compleja y diversa. Después, Joyce escribe Finnegans Wake, y fracasa. El exhibicionismo es extraordinario, pero la historia que prometía desaparece, queda totalmente desintegrada ante esa especie de fuego de artificio, por momentos deslumbrante, y al final, completamente vacía, hueca, vana.


Lo sucedido con Finnegans Wake pasa con muchas obras de arte contemporáneas, y desde luego, con obras de grandes arquitectos, algunos con un enorme prestigio. Al estar tan enamorados de su extraordinario talento olvidan la razón de ser de aquellas obras. Un creador tiene un límite, cuando empieza a "rizar el rizo", de alguna manera, traiciona algo que está en el centro mismo de su vocación: ser respetuoso con su oficio. En el caso de la Literatura, uno descubre al final que lo más difícil es contar una historia de manera persuasiva, con esa perfección de la esfera en que nada falta y nada sobra. Esa historia nos ha hecho vivir otra vida, nos ha sacado del mundo y nos ha llevado a otro; luego, regresamos a este mundo y sentimos que estamos enriquecidos por aquello que hemos vivido. Tal vez, la historia ha sido extremadamente sencilla, pero contada de tal manera que ha mejorado nuestra vida".



(Cita de Mario Vargas Llosa, El espacio, la ciudad y el paisaje en la obra de Mario Vargas Llosa, coloquio con el escritor en la Pontificia Universidad Católica del Perú recogido en Mario Vargas Llosa, ciudad, arquitectura y paisaje de Víctor Mejía ed.).

Menos es más, pero sólo si es de Mies



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