viernes, 17 de octubre de 2014

Lecciones




"Qué fácil es examinar el trabajo de un alumno y restregarle por las narices todas sus carencias, sus torpezas, sus errores y sus ignorancias. Eso lo puede hacer cualquiera. Lo que de verdad tiene mérito es ver en él lo que ni siquiera ve él mismo: Ver una posibilidad, un germen, un algo en potencia. Y, confiando ciegamente en ello, sacarlo a la luz. Hay que ser muy hábil, muy intuitivo, muy inteligente, muy paciente, pero, sobre todo, muy generoso.
Qué difícil es todo eso. (...)

Igual que Miguel Ángel decía que veía la estatua dentro del bloque de piedra y que él se limitaba a quitar lo que sobraba, así Fullaondo vio que dentro de mí había algo (que, repito, no lo veía ni yo; yo menos que nadie), y con tesón y optimismo lo fue sacando a la luz.
Pero, aún mejor que Miguel Ángel, la misión del profesor no es solo quitar. También tiene que poner. Quitar prejuicios, frenos, torpezas, etc, y poner conocimiento, habilidad, destreza, etc. La misión de un profesor es sagrada en todos los órdenes y todas las edades, y si un incompetente, torpe, perezoso o derrotista te puede amargar la vida y mutilarte para siempre, uno creativo, paciente y generoso te puede dar alas"
. (José Ramón Hernández Correa, En clase de Juan Daniel Fullaondo, en el blog Arquitectamos locos?).

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