domingo, 24 de noviembre de 2013

Como una ola (2)


¿Recuerdas el relato de corte surrealista que comenzábamos en la entrada Como una ola? ¿El de la historia de amor fou entre Rem Koolhaas y la reina de la copla en una realidad paralela? ¿Que de qué estoy hablando? Anda, haz click aquí y ponte al día.

Hoy vamos a continuarlo. Mismas recomendaciones que para la primera parte: abre tu mente y lectores serios y/o sensibles, abstenerse. Estás avisado, luego no me vengas llorando.

Arde Madrid. La ciudad, que como veíamos en ese universo paralelo permitió a Koolhaas instalar lo que a nuestro lado es la Biblioteca de Seattle en los mismísimos Jerónimos, vive una profunda crisis de identidad que explica decisión tan extrema. Tras presentarse catorce veces consecutivas a los Juegos Olímpicos y ser rechazada en todas las ocasiones (mientras en ese periodo de tiempo Barcelona lo conseguía tres veces), el consistorio empezó a echar humo. Movidos por la desesperación el ayuntamiento nombra un equipo de expertos multidisciplinares con la única misión de cambiar a sangre y fuego la identidad de la urbe, que juzgan obsoleta, para conseguir de una vez por todas los deseados Juegos. Es el que se conoce con el nombre en clave de Proyecto Maelström. El jefe de dicho equipo será Rem, por supuesto, al que se otorgan plenos poderes e inmunidad jurídica. Además el dinero no es problema. A ese lado Madrid tiene un superávit galopante gracias al pastón que las élites extractivas se dejan en el complejo Eurovegas de Adelson construido (por A-cero) a cambio de insignificantes concesiones legales como fumar (pero solo en las salas de tragaperras), portar armas o usarlas, que siempre hay un crupier que da malas cartas. El arquitecto holandés establece como modelo a seguir Barcelona, urbe de éxito planetario.

Tras algunos años de funcionamiento a destajo del proyecto, a la ciudad de Madrid no la conoce ni la madre que la parió. Para empezar Madrid ya no es Madrid, sino Madridona. En su escudo ya no es un oso el que se encarama al madroño, sino un burro. Y en la bandera autonómica las estrellas se han tornado amarillas para replicar las barras catalanas de la senyera. El cocido madrileño, el churro/porra y el bocatacalamares han sido abolidos. En su lugar, se impone el pantumaca y la butifarra amb mongetes. El chotis ya no es la música festiva típica de la ciudad, sino que Koolhaas en persona establece que sea este tema de Kraftwerk. Prueba a bailarlo. Sí, ya sé que Kraftwerk no son catalanes, pero Rem quiere que Madridona tenga también un punto germánico en plan guiño a Merkel. Por supuesto se establece como idioma oficial el catalán, el castellano ya solo se habla en la intimidad.


Pero el gran reto de Rem, con el que conseguirá  eliminar para siempre la imagen del viejo Madrid a ojos del mundo, radica en la mutilación de raiz del icono más preciado de la ciudad: el Real Madrid FC. De la noche a la mañana, sin previo aviso, el equipo es prohibido y pasa a la clandestinidad y el Santiago Bernabéu-Microsoft es demolido salvajemente. Rem contrata a Steven Holl para que ponga algo rápido en la zona cero del madridismo y cauterice cuanto antes la brutal herida. A Holl no se le ocurre otra cosa que crear allí una de sus zonas fenoménicas y levanta uno de los bichos de su admirado Lebbeus Woods que efectivamente causa fenómenos de toda índole como el histerismo colectivo de la alucinada población al confundir el engendro con una invasión extraterrestre en toda regla. Eso sí, Rem se convierte en un héroe para los atléticos (el holandés, buen conocedor de la correosa hinchada del equipo, ha tenido buen cuidado de no tocar al club rojiblanco). Ni hablar tampoco de meterse con el Rayo porque Vallecas es en esa realidad una república independiente que para llevar la contraria a la capital ha contratado como arquitecto de cabecera a Léon Krier. Es bien sabido que Rem y Léon tienen opiniones divergentes sobre urbanismo y arquitectura y sus diatribas son famosas gracias al Sálvame de ese universo paralelo, presentado por Joaquín Torres, quien invita a los antagónicos arquitectos a menudo. Sus broncos debates, jaleados por Belén Esteban, Kiko Matamoros y demás troupe del programa, tienen audiencias millonarias. Bjarke Ingels da también mucho juego.

La del Bernabéu-Microsoft no es sino una más de las intervenciones que Koolhaas hace en Madridona. La Almudena-Hugo Boss, por ejemplo, es destruida. Para acelerar el proceso en vez de demolerla de manera convencional se opta por directamente bombardearla con drones. En su lugar Calatrava levanta lo que en nuestra realidad es el auditorio de las Palmas alegando que en la cornisa madrileña hay un exceso de líneas rectas. A uno de los drones se le va el chip y se carga un ala del Palacio Real. Son cosas que pasan. Libeskind es contratado para hacer una de sus típicas intervenciones respetuosas con el entorno. Le sale algo parecido a lo que perpetró a este lado en Dresde (puedes verlo -ojo, puede dañar tu sensibilidad- aquí). La plaza de España corre parejo destino: ahí es Ma Yansong quien mete mano, construyendo las onduladas torres Mississauga (foto de arriba) mucho más glamurosas que la Torre de España y la de Madrid, esos rascacielos manchegos en palabras de Fernández-Galiano. Se quita por supuesto la estatua de Quijote y Sancho Panza y en su lugar se pone una representando a la Colometa de La plaça del Diamant con diseño a cargo de Jaume Plensa, mientras que a su vez la Cibeles-El Corte Inglés se sustituye por una ingrávida instalación de Olafur Eliasson que es sistemáticamente apedreada. Se decide por los pelos no destruir la icónica escultura de la diosa, que se manda de regalo a Torrevieja. Allí se coloca en mitad del paseo marítimo de Carme Pinós. Pegar no pega mucho, pero nadie puede negar que luce espléndida. Para la Puerta del Sol-Vodafone Rem quiere algo especial y pide un tótem tribal a Antony Gormley, quien coloca esto. Lo llama Ícaro, por aquello de que está en la Puerta del Sol-Vodafone y por las pedazo alas que calza. Madrid quiere volar alto pero ¿acabará como el personaje mitológico? La Puerta de Alcalá-Burger King se salva, pero se pinta de fucsia. Se interviene también la torre de Valencia (la única torre que, según declaraciones de Rem, debería salvarse de la piqueta en Madrid y donde ha instalado su cuartel general), que se pinta de un turquesa ácido. Es lo que el holandés denomina el toque Barragán. La visión de ambos iconos madrileños de esa suerte decorados desde la calle Alcalá dicen que provoca accidentes de tráfico, síncopes masivos e incluso seísmos. Podríamos seguir así unos cuantos párrafos más, pero no te quiero aburrir.

Uno de los experimentos urbanos más curiosos a los que Rem somete a Madridona parte de una idea que tuvo a nuestro lado para la Expo '89 de París que no se llevó a cabo. Cito del pequeño ensayo Their New Sobriety donde lo explica (es un decir):  "Si declaráramos el caos como objetivo -la esencia de una fête metropolitana- el éxito sería casi inevitable. En lugar de cruzar la Périphérique [la M-30 parisina] simplemente la cerraríamos. Eliminando la arteria de máxima concentración (quizá de todas formas una noción anticuada y ligeramente jerárquica), podríamos contribuír a una redistribución de fino entramado de los flujos que cruzan la ciudad entera. Significaría superficie adicional, un potenciamiento de las conexiones y una lectura del organismo urbano como potencialmente autorregulador". O sea, que los días que le apetece, Rem declara la fête metropolitana y la M-30 se clausura en plena hora punta. Es como nuestro Madrid Rio pero en plan espontáneo e informal. Algunos medios sensacionalistas y torticeros informan de presuntas situaciones dantescas como ciudadanos modélicos enloquecidos circulando a todo trapo con machetes ensangrentados en la boca, monovolúmenes cargados de niños derrapando por peligrosos terraplenes en El Retiro o conductores desquiciados que se queman en masa a lo bonzo mientras recitan al unísono el "I´ve seen things you wouldn´t believe" de Blade Runner. Críticos arquitectónicos, periodistas especializados y blogueros de medio pelo tildan este loable ejercicio libertario a la par que formativo de urbanismo gore o urbanismo sado, pero como todos sabemos esa pandilla de culturetas se la cogen con papel de fumar.

Y por cierto ¿qué pasó con la historia de amor entre Rem y nuestra folclórica? Pues lo inevitable. Fue un problema de entendimiento. Simple y llanamente, la tonadillera no era capaz de entender al holandés cuando articulaba un discurso de más de 20 palabras. Y no fue por falta de tesón y esfuerzo por su parte. Después de dedicarse en cuerpo y alma a estudiar inglés y ver que seguía sin entenderle, la dama de la copla, ni corta ni perezosa, hizo un curso de inmersión en holandés de tres años de duración tras el cual le certificaron un nivel C2 (el máximo) en dicha lengua según el Marco común europeo de referencia para las lenguas. Pues ni aun así. Finalmente no tuvo más remedio que dejarle, con mucho dolor de su corazón. Rem ahogó su dolor demoliendo la torre Picasso. Mandó dejar el solar baldío, una suerte de terrain vague como su corazón partío.

Y entre tanto llega al fin la prueba de fuego del Proyecto Maelström: la votación para elegir nueve sede olímpica. Los contendientes: Madridona, por supuesto (su decimoquinto intento), Skala, un pequeño puerto en la diminuta isla griega de Patmos (donde San Juan escribió el Apocalipsis), y Barakaldo. Todos los esfuerzos y sacrificios de años tendrán, al fin, su recompensa. O no.

To be continued.






2 comentarios:

  1. Mi más sentida enhorabuena. Tremendo artículo, porque diciendo verdades como puños sobre el esnobismo y el rumbo que actualmente parce que lleva la arquitectura de vanguardia o no (gracias sobretodo a ineptos e inútiles dirigentes en éste y otros países del mundo, está contado con tanta gracia que todavía me duele la mandíbula de reírme. Enhorabuena Samuel. Un abrazo

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