lunes, 26 de agosto de 2013

Genérico vs específico


Con el Walkie-Talkie de Viñoly y el Rallador de queso de Rogers ya casi terminados ¿Qué opinas del nuevo skyline londinense? A Rowan Moore no le gusta, ve calidad en los edificios por separado, pero opina que no pegan ni con cola juntos: "Lo que podemos acabar teniendo es un certero diagrama de la cutura de la City, de bulliciosa competencia, con edificios gritándose unos a otros como brokers en el parqué de la Bolsa, y de regulación pública que se quiebra con facilidad, todo ello sin elegancia. Es feo y mucha gente no va a tener más remedio que verlo" (artículo completo). En una reciente entrevista, Koolhaas, preguntado si veía un cambio dramático en el paisaje urbano de Londres respondía, con traviesa sonrisa (con lo que a él le va la anarquía y lo XXL) que no hay para tanto, y que, al contrario que en París, se haga lo que se haga en Londres "no se va a perjudicar su coherencia previa". Pues si su skyline lo aguanta todo, querrá decir que Londres carece precisamente de esa coherencia, vamos, que con lo perjudicado que ya está, da igual lo que le eches, algo que para el holandés no es ni mucho menos un defecto. Fíjate lo que afirma en su ensayo La ciudad genérica precisamente sobre la ciudad del Támesis: "Londres -su única identidad una falta de identidad clara- está continuamente convirtiéndose en aún menos Londres, más abierta, menos estática". Su falta de carácter ("¡abajo el carácter!") la libera de la "camisa de fuerza de la identidad". ¿La ciudad genérica, típicamente asiática, tiene en Londres su más destacado exponente en Europa? "La ciudad genérica rompe con su ciclo destructivo de dependencia: no es otra cosa que un reflejo de la necesidad presente y la capacidad presente. Es la ciudad sin historia. Es lo bastante grande para todo el mundo. Es fácil. No necesita mantenimiento. Si se queda pequeña, simplemente se expande. Si se hace vieja simplemente se autodestruye y se renueva. (...) Es "superficial", como un decorado de un estudio de Hollywood, es capaz de producir una nueva identidad cada lunes por la mañana."

 Y yo me pregunto ¿qué preferimos para vivir, ciudades genéricas o específicas? Supongo que un europeo respondería que específicas, nos van las raíces y la identidad (en algunas zonas muchísimo). A un estadounidense quizá le dé igual o incluso prefiera las ciudades genéricas, por aquello de la movilidad que tanto practican, que posiblemente conduzca a un cierto desarraigo. De todas formas lo curioso de todo esto es que creo que en el fondo, y especialmente desde el efecto Bilbao, la tendencia es a buscar la diferencia. Bilbao, ciudad genérica, dejó de serlo gracias al Guggenheim, y de hecho ese era el objetivo fundamental de los políticos que impulsaron un proyecto tan arriesgado: poner la ciudad en el mapa, venderla como destino turístico (a lo mejor eso es la clave de todo). Desde entonces muchas ciudades e incluso pueblos (dentro y fuera de España) han buscado ese efecto, con resultados rayando en lo ridículo. Viva la diferencia frente a abajo el carácter. Y es que al final nos sale la vena tribal. O comercial. Lo más paradójico es que se busca la diferencia apostando por estudios de prestigio que a menudo acaban haciendo edificios si no clonados, casi. Observa estas fotos ¿A que parecen del Guggenheim de Bilbao? Pues son del auditorio Disney en Los Ángeles, obviamente del mismo arquitecto, Frank Gehry.

En fin, volviendo a la foto de Londres decir que, hablando del rey de Roma, resulta que podemos ver el remate de la sede de la banca Rothschild del propio Koolhaas (esa especie de rectángulo grisáceo a la izquierda de la torre de Rogers), de una discreción inusual en el holandés, como él mismo menciona en la entrevista. Desde mi punto de vista aficionado, y habiendo visto solo fotos, diría que el Cheesegrater es un típico producto de Rogers, una imponente máquina sin concesiones a la galería (no es tan bello como el Shard) pero que supone un añadido interesante a la ciudad a pesar de sus desproporcionadas dimensiones y combina bien tanto con la afilada aguja de Piano como, por contraste, con las suaves redondeces del Pepinillo de Foster, que mantiene muy bien el tipo a pesar de ser bastante más bajo. El que me parece increíblemente horroroso es el Walkie-Talkie: fofo, deforme y sin el más mínimo interés, como un cabezudo bailando entre gigantes. De todas formas, sobre gustos...

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